Descripción


La neumonía es una infección que afecta principalmente los pulmones, pero su impacto se extiende más allá de este órgano vital. Aunque se asocia comúnmente con síntomas respiratorios, como tos y dificultad para respirar, esta enfermedad puede tener repercusiones en todo el cuerpo y en diversas poblaciones.

 

La neumonía es una enfermedad frecuente, afectando anualmente entre el 5% y el 11% de la población. Es más común en varones, en los extremos de la vida (niños y ancianos), durante los meses de invierno y en presencia de diversos factores de riesgo. Aunque puede presentarse de forma leve, la necesidad de ingreso hospitalario aumenta significativamente con la edad.

 

En condiciones normales, los pulmones están formados por pequeños sacos llamados alvéolos, que se llenan de aire al respirar. En personas con neumonía, los alvéolos se llenan de pus y líquidos, lo que provoca dolor en la respiración y limita la absorción de oxígeno.

 

 

¿Cómo se diagnostica la Neumonía?

 

El diagnóstico de neumonía comienza con un examen físico, en el cual el médico utiliza un estetoscopio para escuchar el tórax del paciente en busca de ruidos anómalos, como crepitaciones o ruidos de burbujeo. Si se sospecha neumonía, se realiza una radiografía de tórax para confirmar el diagnóstico.

 

Otras pruebas complementarias pueden incluir el cultivo de muestras de esputo y sangre para identificar el microorganismo responsable, tomografía computarizada del tórax, gasometría arterial (que mide la concentración de oxígeno en la sangre) y análisis de sangre.

 

Los médicos utilizan diversas escalas que consideran datos de gasometría, frecuencia respiratoria, presión arterial, signos radiográficos y la edad del paciente para determinar si es necesario el ingreso hospitalario o la implementación de medidas de atención más intensivas.

El mecanismo más frecuente por el que un germen infeccioso invade el tejido pulmonar es la aspiración de microorganismos desde las vías respiratorias altas. Otros microorganismos alcanzan el pulmón desde el aire inspirado, mientras que otros, procedentes de otras regiones del organismo como las vías biliares, el sistema urinario o las válvulas cardíacas, llegan hasta el pulmón a través de la circulación sanguínea.

 



Causas Sintomáticas



Los síntomas de la neumonía varían dependiendo de su gravedad y de otros factores, como el tipo de bacteria que originó la infección, el estado de salud de la persona, la edad, entre otros.

 

Acá agrupamos los signos y síntomas más comunes de la neumonía:

 

– Dolor en el pecho al toser o respirar (disnea)

– Problemas para respirar

– Confusión

– Fiebre mayor a 38º

– Tos con flema

– Fatiga

– Disminución del apetito

– Dolor de cabeza

– Fiebre alta o baja

– Sudoración excesiva

– Escalofríos con temblores

– Náuseas, vómitos

– Diarrea

 

 

 

¿Qué factores de riesgo predisponen a sufrirla?

 

 

Existen varios factores a grandes rasgos como:


– el consumo de alcohol y tabaco
– la malnutrición
– la uremia o enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC)

 

En concreto, los siguientes factores incrementan las probabilidades de desarrollar esta afección del pulmón:

 

– Tener más de 65 años o ser menor de 5. La edad no es un factor de riesgo en sí mismo, pero sí va asociada a situaciones que favorecen la pulmonía

 

– Ser fumador. Estos tienen un 51% más de riesgo que la población no fumadora de padecer neumonía, según la Sociedad Española de Neumología (SEN)

 

– El alcoholismo

 

– La desnutrición.

 

– Padecer una enfermedad pulmonar crónica como la EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica), el asma o la fibrosis quística

 

– Sufrir otras patologías graves como la cirrosis hepática, la diabetes o dolencias cardíacas

 

– Padecer demencia, accidente cerebrovascular, lesión o parálisis cerebral u otros trastornos cerebrales

 

– Problemas del sistema inmunitario que puede producir, por ejemplo, un tratamiento contra el cáncer o enfermedades inmunológicas como la infección por VIH o el SIDA

 

– Haber padecido una cirugía o traumatismo recientemente

 

– Así mismo, llevar una mala higiene bucal puede aumentar las probabilidades de contraer pulmonía, porque los microorganismos que habitan en la boca pueden aumentar si ésta no se limpia adecuadamente

 

 

 

Sobre lo que implica tratar la neumonía



En función de la gravedad de la enfermedad, el tratamiento puede realizarse de manera ambulatoria, en el domicilio del paciente, o requerir el ingreso hospitalario del enfermo, lo cual sucede en un 30% de los casos.

 

En función del microorganismo causante de la neumonía, se administran al paciente por vía oral antibióticos o antivirales; estos últimos, sobre todo si el paciente tiene gripe. En el caso de que haya sido necesario el ingreso hospitalario, estos mismos medicamentos se administran por vía intravenosa. También pueden administrarse líquidos por esta vía, con el fin de paliar la deshidratación que producen los distintos síntomas de la neumonía. En cualquier caso, el paciente con neumonía debe beber  líquido en abundancia (agua, zumos o tés claros).

 

La Sociedad Española de Neumología (SEN) indica además, como tratamiento de apoyo, la administración de oxígeno y, con frecuencia, la fisioterapia respiratoria y los broncodilatadores, necesarios para eliminar secreciones y mantener la vía aérea libre.

 

Tras el tratamiento, la recuperación total puede tardar desde unos días a varias semanas, en función de la edad del paciente y la gravedad que ha llegado a alcanzar la enfermedad.

 

 


Además, ¿Qué puedo hacer para cuidar mis pulmones?

 

 

Mantener la salud pulmonar es esencial para el bienestar general. Acá tenemos una lista de acciones positivas que puedes adoptar para cuidar tus pulmones:

 

1. Ejercicio regular: La actividad física mejora la capacidad pulmonar y la circulación, fortaleciendo los músculos respiratorios.

 

2. Respiración profunda: Practicar ejercicios de respiración profunda o técnicas de relajación como el yoga puede ayudar a aumentar la capacidad pulmonar y reducir el estrés.

 

3. Ambiente limpio: Mantén tu hogar libre de polvo y alérgenos, y utiliza purificadores de aire si es necesario.

 

4. Dieta equilibrada: Consumir alimentos ricos en antioxidantes, como frutas y verduras, ayuda a proteger los pulmones del daño celular.

 

5. Hidratación adecuada: Beber suficiente agua mantiene las mucosas de las vías respiratorias hidratadas, facilitando la eliminación de toxinas.

 

6. Evitar el contacto con irritantes: Limita la exposición a productos químicos, aerosoles y contaminantes ambientales que puedan irritar los pulmones.

 

7. Control de alergias: Manejar adecuadamente las alergias respiratorias puede prevenir la inflamación y el daño pulmonar.

 

8. Practicar actividades al aire libre: Pasar tiempo en la naturaleza y respirar aire fresco contribuye a una mejor salud pulmonar.

 

9. Duchas de vapor: Inhalar vapor puede ayudar a despejar las vías respiratorias y mantener la humedad en los pulmones.

 

10. Chequeos médicos: Realiza revisiones regulares con tu médico para detectar cualquier problema pulmonar de manera temprana.

 

Adoptar estos hábitos puede marcar una gran diferencia en la salud de tus pulmones y en tu calidad de vida. Recuerda que cuidar de tus pulmones no solo beneficia tu respiración, sino que también contribuye a tu energía y bienestar general. ¡Empezá hoy mismo a implementar estos consejos y respira profundamente la vida!